Una tarde en las plazas de la ciudad el poeta observaba a las personas que se movían y hacían diferentes cosas con libertad.
_ ¡Sí! _ se dijo a sí mismo. La palabra libertad era la indicada para escribir una de sus más apreciadas poesías.
Con un lápiz y papel en mano, empezó a escribir su poesía por medio de la cual expresaría la libertad
del hombre en su máximo esplendor con la intensión de que sus palabras
causaran un efecto tan grande en el que la leyera que dejaran huellas en
sus corazones.
Y para reforzar su poesía comenzó a viajar por diferentes pueblos para contemplar la libertad del ser humano.
En su viaje, observó a un esclavo que era liberado por su amo, a unos pueblos que disfrutaban de la libertad
gracias a sus gobernantes, a unas personas afirmando y negando algo
libremente, a un adolescente que se hacía mayor y tomaba la decisión de
emprender su nuevo camino.
Estos acontecimientos eran el cuadro ideal para terminar de escribir
su brillante poesía, pero mientras escribía los últimos versos recordó
que en sus observaciones una sombra le había llamado mucho la atención.
Era algo negro, impuro y feo que afectaba mucho a la sociedad, el mayor enemigo de la libertad y
ese enemigo era el egocentrismo el cual se imponía así mismo, no tomaba
en cuenta a las otras personas en sus decisiones y no amaba al prójimo.
Robaba, mentía y hacía muchas cosas malas, era el mejor amigo del
pecado.
Entonces el poeta se dio cuenta que el ser humano no era realmente
libre sino que estaba siendo esclavo del pecado, por eso decidió cambiar
la historia de su poesía escribiendo la importancia de la libertad espiritual la cual sólo Cristo puede dar.
Autora: María Abreu
Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado. (Juan 8:34)
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